El restaurante-museo de Ushuaia que enamoró a Bill Gates y Leo Di Caprio agradeció: "Me hizo sentir una persona"
11:32 | Su origen se remonta a 1917 y fue el almacén de ramos generales que durante años tuvo un inmigrante libanés y con su muerte se cerró. Hoy renació, remozado por un bonaerense que se afincó en la capital fueguina en busca de sus raíces. Lo visitaron, entre otros, Al Pacino, Meg Ryan y Russell Crowe.
Noticia publicada miércoles, 25 de octubre de 2023 porCritica Sur.Tiempo de lectura: 12 minutos (2297 palabras)Critica Sur
Leo Di Caprio mojaba un pedazo de baguette en la sopa de calabaza de su mamá. Los pocos que estaban a su alrededor veían que ella, cariñosamente, le pegaba en la mano para impedírselo. Permanecía sentados junto a su padre en un rincón exclusivo de un restaurante en Ushuaia, disfrutando de los platos típicos. Nadie los molestaba: con su pequeño grupo de seguridad había logrado una distancia con otros comensales y casi que había pasado desapercibido en la cena íntima con su familia, sin que sonara un celular ni el click de una foto. Luego el actor agarró una lapicera y fue hasta el libro de visitas. En silencio, meditativo, dejó escritas unas palabras. Era julio de 2015."Gracias por haberme hecho sentir una persona", escribió.Román Enrique Chasco, el dueño del restaurante Almacén de Ramos Generales donde cenó aquella noche el famoso actor norteamericano, hoy las evoca con algo de gracia. “Se notaba que era muy familiero y comprometido con la naturaleza, que se divertía con sus padres y estaba encantado con la sopa de calabaza. Él estuvo un domingo, y lunes y martes volvieron sus padres a tomar la misma sopa. Les regalé un pingüino de cerámica blanco”, dice ahora Enrique en el interior del local, celebrando los 17 años de uno de los espacios gastronómicos más originales del confín del mundo.Di Caprio estaba en Ushuaia grabando unas escenas de “El renacido”, dirigido por mexicano Alejandro González Iñárritu. Fueron dos semanas filmando las últimas escenas de la película con la cual ganaría el Oscar como mejor actor protagónico por su papel, el de Hugh Glass, un aventurero dedicado a cazar animales y comercializar sus pieles en los indómitos territorios del norte de Estados Unidos. La extensión del rodaje obligó al equipo a abandonar Canadá para mudarse a Ushuaia. Di Caprio había viajado con su propio cocinero, pero le dio descanso en varias ocasiones para probar las delicias fueguinas. En los pasillos del restaurante, además, circula que el lugar ayudó a sacarle la mufa a DiCaprio: con “El renacido” obtuvo su primer Oscar luego de varias nominaciones.En la entrada del viejo Almacén hay doble puerta, con una pequeña antesala para sacarse la nieve en temporada invernal. Apenas se camina hacia su interior, lo que impresiona es la cantidad de objetos: latas, muñecos, autos de juguete, carteles viejos de bebidas, sogas, faroles, teléfonos, cuadros familiares, álbumes de fotos y muebles de madera. Una verdadera colección de objetos antiguos que configuran una decoración vintage, un aire de otras épocas que se expande hacia habitaciones contiguas entre palanganas, autitos de madera, máquinas de escribir, sillones de época, escritorios, cortadoras de fiambre, tocadiscos y una bandera turca que evoca a la familia Salomón, los dueños originales del lugar.Es uno de los últimos días de la temporada de invierno y Enrique Chasco, canoso, de 80 años y una locuacidad a prueba de balas, abre la puerta como todas las noches y luego se prepara para guiar un tour por los rincones de la tienda fundada por el comerciante libanés José Salomón a comienzos del siglo XX. Ubicado cerca del puerto, sobre la avenida Maipú, además de platos caseros como la sopa de calabaza y otros exóticos -como conejo confitado con salsa de mostaza- y la refinada panadería francesa del pastelero David “Dudú” Dumont-, también funciona como casa-museo, una parada ideal para conocer la historia de la ciudad a través de imágenes, recortes de periódicos y objetos familiares ajados por el paso del tiempo.“Estar en Ushuaia es gozar de la vida contemplativa”, larga Chasco, un bonaerense que llegó en los ‘80 a la provincia más joven de Argentina en busca de la historia del naufragio del buque a vapor alemán Monte Cervantes, el cual habían abordado sus abuelos. Chasco, como gran parte de los más de 82 mil habitantes que pueblan la ciudad, proviene de otro lugar.Nacido en Bragado, Chasco se había dedicado al comercio exterior hasta que después de varias vacaciones algo latió más profundo en su cuerpo. “Tenía un antecedente en mi vida, que era el naufragio del buque a vapor alemán Monte Cervantes, en el cual viajaban mis abuelos. En su rescate ayudaron familias del pueblo. Por eso soñaba con Ushuaia”. Dice que, a sus 40 años, se instaló con la familia en busca de sus orígenes y abrió un estudio de comercio exterior: “Era lo mejor que podía hacer, porque no había competencia”.La vida contemplativa, según Chasco, está nutrida de una serie de características: capacidad de observación para interpretar el silencio y el misterio de las montañas; un sentido de pertenencia al lugar que sea capaz de inmiscuirse en la flora y la fauna sobrellevando las pocas horas de sol en el año y el crudo frío polar -donde la noche más larga en invierno y el día más extenso en verano tienen alrededor de 17 horas-, y entregarse a un elixir de paisajes diversos -valle, lagos, mar, montaña- en el último confín del mundo.En 2006 Chasco decidió emprender una obra de reforma para reestructurar el viejo Almacén de Ramos Generales entremezclando su estilo original con detalles modernos, cuyo atractivo llegó a oídos de otros famosos como Russell Crowe -”no lo reconocí, parecía un zaparrastroso. Agradeció que nadie lo hubiera molestado, estaba sentado con una computadora en el fondo del local”-, Bill Gates -”estuvo media hora desayunando con un hombre de negocios, de forma muy discreta”-, la ex vicepresidenta Gabriela Michetti, el periodista Horacio Pagani -”un gran conversador, fanático de los autos de colección”-, y otros actores ilustres como Meg Ryan y Al Pacino. Todos firmaron el libro de visitas, que ya tiene más de 10 mil páginas escritas. Cuenta que Di Caprio pudo conocer de cerca cómo por el Almacén circularon personajes históricos, nativos, encuentros sociales, y fue refugio para los llegados del puerto, para los buscadores de oro y de quimeras, como también de su relación con la cárcel del Fin del Mundo e infinitas historias de vida que fueron fundando la mística del lugar.“Me enteré que había estado con Al Pacino sin saber qué era él”, confiesa Chasco, mientras corrobora que los datos del menú estén escritos a tiza en una pizarra. “Resulta que había un tipo que había comprado nuestras famosas croissant para darle de comer a unos perros de la calle. A mí me resultó raro, y de pronto me puse a hablar con él. Hubo una sintonía por sentirnos cercanos a una misma edad, nos reíamos recordando viejas recetas y cosas por el estilo, hasta tomamos algo juntos. A los días, mi mujer me muestra una foto en el diario, y veo que era Al Pacino, el mismo tipo con el que me divertí como un cliente más”, cuenta, y destaca que había llegado a Ushuaia en un crucero con su novia argentina.El edificio de Ramos Generales fue construido en 1906 frente al Canal de Beagle. Cuenta la leyenda que José Salomón, después de un largo peregrinaje desde el Líbano, ancló en Ushuaia en 1913. Era el menor de seis hermanos y arribó al país con diez años. Sus habilidades para el comercio rápidamente lo ubicaron como un referente del lugar y así, con el correr de los años, construyó el Almacén de Ramos Generales, lugar que se habilitó en 1917 y fue casa de abastecimiento y a la vez de encuentro social y cultural de la comarca. Como comerciante Salomón vendió todo tipo de artículos, desde herramientas, ropa y comida, hizo delivery con su carrito y hasta ofició de mayorista para la cárcel de Ushuaia, conocida como la Siberia criolla y por donde pasaron el Petiso Orejudo, Simón Radowitsky y Mateo Banks. Después de su muerte, el lugar quedó abandonado aunque la familia dejó los objetos intactos. Cuarenta años después, una nieta decidió vendérselo a Chasco con la única condición que su casco antiguo permaneciera intacto bajo su estructura de chapa y madera.Antes de eso Chasco había construido una amistad con el único hijo que tuvo José Salomón, del mismo nombre. Era abogado y trabajaron juntos. “Estuve durante diez años pidiéndole que me alquile el edificio para reabrir el almacén. Nunca quiso hacerlo”, recuerda. El único heredero del lugar murió sin aceptar que sea alquilado. En 2005, una de sus hijas heredó el antiguo negocio. Lilián Lavergne, esposa de Chasco, lo convenció para que hiciera una oferta a la nieta de Salomón. Empezaron con pastelería francesa para paladares exigentes, con especialidad de croissant rellena de pasta de almendras. Lilián, que es modista, puso en una entrada paralela una tienda de ropa Prêt-à-porter.“El Almacén es una especie de museo viviente. No es estático. Se siente como un viaje en el túnel del tiempo a la niñez. Mucha gente llora mientras cena porque le trae recuerdos de sus abuelos, tíos y padres. Es un reencuentro con uno mismo, con esas sensaciones que nunca mueren”, define Chasco, eufórico por una temporada repleta de visitantes. “Los últimos fines de semana estuvimos rebalsados, percibo un público más tranquilo y silencioso -reflexiona, sobre el presente-. En el lugar no volaba una mosca, pensé que estaba sordo. Siento que después de la pandemia hay una gran excitación social y la gente está cansada de muchas cosas. Tal vez necesitan un pequeño escape, relajarse un poco, conectar con su interior y traer al hoy aquella época de sus vidas cuando todo era sonrisa y diversión”.En un rincón del Almacén se encuentra un tesoro: el libro de visitas. Una suerte de viejo cuaderno de actas que acumula 24 números. Todos los días Chasco no sólo alista los 102 asientos del local y los 32 empleados -con la cocina trabajando a full en cada turno, sin cerrar un día y cuya panadería arranca a las cuatro de la madrugada- sino que abre las páginas del libro y se sienta a leer. “Es importante leerlo porque los visitantes no sólo hablan de comidas y de la decoración, sino de sus vidas privadas. Por ejemplo, en el local hay unos autitos de colección de Matarazzo, esos que mi padre no podía comprar cuando éramos chicos en el pueblo de 9 de Julio donde me crié. Entonces iba a lo de un amigo que sí los tenía para jugar un rato. Supongo que a mucha gente cuando recorre los objetos de las paredes y los estantes les pasa algo parecido, se sienten tocados por una fibra emocional”.Además de las palabras de Di Caprio, en el libro hay infinidad de relatos, anécdotas e historias. Como las de un tal Miguel Osvaldo Picone, que le dedicó un poema titulado Ramos Generales: “Me senté en el bar/y en esa mesita de vieja madera/recordé mi infancia, allá en Villa Luro/en la vieja esquina de Lope de Vega/todo era misterio, tras el manto opaco/de aquellas vidrieras/Ramos Generales..¡cómo me ayudaste!/sos la caja mágica que me hace viajar/con vos, desde lejos estoy en mi barrio/¡al fin en mi bar pude yo entrar!”. Picone dejó una dedicatoria debajo del poema: “Escrito en una mañana soleada, sentado en este bar, refugio nostalgioso, que me inspira los recuerdos de mi infancia en el barrio”.En una temporada de invierno que se prolongó en nevadas que parecen eternizar el manto blanco en primavera, los platos típicos fueguinos perfilan una ruta gastronómica tan diversa en aromas como fuertemente asentada en productos regionales y silvestres. Ushuaia goza de una gran afluencia turística hacia fin de año -con buena cantidad de brasileños y turistas europeos, en la imponencia de sus laderas verdes y amarillentas cubiertas de lengas, ñires y coihues, y el disfrute de la nieve desparramada en los paisajes, propicios para los pasos de pies fijados sobre raquetas, senderismo y turismo aventura.En septiembre de este año, Chasco fue reconocido como ciudadano destacado por “el compromiso y responsabilidad en el desempeño de sus tareas, potenciando la actividad turística a través de su emprendimiento. “Fin del mundo. Principio de todo” es el lema que identifica a la capital de Tierra del Fuego, única ciudad trasandina de la Argentina, comenta Enrique Chasco en el tour habitual a los visitantes. señalando unas botellas de gaseosa de etiqueta exclusiva y latas de galletitas reposadas en un rincón mientras en el local se escuchan risas de fondo y pasos entre las mesas.Tiene temor que su única hija se vaya a vivir a Estados Unidos con su marido piloto de avión. Luego cuenta que sufrió de cerca la tragedia del submarino ARA San Juan, al cual vio en una ceremonia especial en el puerto de Ushuaia días antes del siniestro. Pero, antes que nada, subraya que sigue enamorado de Ushuaia. Del silencio, la soledad, la inmensidad del paisaje.Anfitrión de una región lejana y misteriosa, le gusta escuchar una vieja melodía de piano en el ambiente trazando un mapa íntimo como en aquel escrito que tituló “Eché raíces en Ushuaia mucho antes de haber nacido”, publicado en 2006 para la apertura del local. Algunos fragmentos rezan: “Fue en enero de 1930 cuando mis abuelos paternos Román Chasco y María Oyarzábal, junto a su hija de 12 años, naufragaron en el Canal de Beagle con el Monte Cervantes y fueron acogidos por la familia de José Romero. Llegué a Ushuaia hace 25 años, para quedarme. Aquí formé una familia, desarrollé mi actividad profesional y deposité mi afecto y el fruto de mi trabajo. Hoy quiero demostrar mi agradecimiento a la comunidad por todo lo que me dio en estos años, al restaurar la residencia que desde 1917 pertenece a la familia Salomón, para dejarla en pie y llena de vida como en sus mejores años. Todo un símbolo cimentado en el esfuerzo: un puente imaginario entre aquel pasado, de abrazos y de cobijo, y el presente de una ciudad, creciendo hacia el futuro en armonía con su historia y el entorno natural”.Fuente: Infobae.